19 de abril de 2013

Estatuilla de Aníbal Troilo


Aníbal Carmelo Troilo, nació el 11 de julio de 1914 en el porteño barrio del Abasto.

Durante su niñez escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio, logrando a los 10 años que su madre Felisa Bagnoli le comprara su primer bandoneón, con el cual tocó casi toda su vida.


Un año después, en 1925, realizó su primera actuación, en un bar cercano al Mercado de Abasto, integrando luego una orquesta de señoritas, y a los 14 años ya había formado un quinteto.

Su comienzo profesional ocurrió en diciembre de 1930 cuando integrara el entonces famoso sexteto del violinista Elvino Vardaro, continuando en las orquestas dirigidas por Juan “Pacho” Maglio, Julio de Caro, Juan D’Arienzo, Angel D’Agostino, Luis Petrucelli y Juan Carlos Cobián, entre otras.


Orquesta: A mediados de 1937 Ciriaco Ortiz disuelve su orquesta y Troilo convoca a algunos de estos músicos creando su primera orquesta con la que debutó el 1ro. de Julio de ese año en el renombrado cabaret "Marabú".


Con su orquesta, en la cual fueron cambiando sus músicos, sus cantores y sus arregladores, trabajó ininterrumpidamente hasta 1975, año de su fallecimiento.

Desde 1953 hasta mediados de los años 60, Troilo mantuvo durante un tiempo una actividad musical paralela a la de su orquesta en dúo junto al guitarrista Roberto Grela, que después se convirtió en el Cuarteto Troilo-Grela. En 1968, ya distanciado de Grela, formó su propio cuarteto.


Durante los primeros años fue el propio “Pichuco” el encargado de escribir los arreglos de su orquesta. A partir de 1942 delegó la responsabilidad en otros músicos, como Astor Piazzolla, Argentino Galván, Héctor Artola, Ismael Spitalnik, Emilio Balcarce, Ernesto Baffa, Osvaldo Berlinghieri, Julián Plaza y Raúl Garello.


Varios de sus músicos formaron su propia orquesta, como los citados Astor Piazzolla, Ernesto Baffa, Osvaldo Berlinghieri, Julián Plaza y Raúl Garello, a los que podemos agregar Orlando Goñi, José Basso, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, José Colángelo, Juan Miguel “Toto” Rodríguez, Enrique “Kicho” Díaz, Hugo Baralis y Fernando Suárez Paz, entre otros.

En cuanto a los vocalistas que pasaron por la orquesta del “Dogor”, suele expresarse que eran un instrumento más de la orquesta, expresión que surge a partir de su elección de su primer cantor Francisco Fiorentino, cuando intervenía cantando el estribillo, y que se mantuvo siempre con la integración del cantante a la orquesta, es que Troilo, que no poseía voz de cantor, tenía una afinación perfecta, que lo convirtió en maestro de sus vocalistas.

El poeta y presidente de la “Academia Nacional del Tango”, Horacio Ferrer, expresó: De Troilo se sabe mucho de lo que hizo como bandoneonista y músico, pero poco de su talento como cantor, algo que desarrolló cada vez que eligió la voz de un intérprete para que fuera un instrumento más en la estructura perfecta de su orquesta. Es que escuchaba mucho y tenía una idea gardeliana para cantores a quienes, aun no siendo gardelianos, les elegía un repertorio con esa tendencia, lo que lo hacía genial, explica Ferrer evocando a un Pichuco cantor "con una voz chiquita, pero maravillosa.


Edmundo Rivero, “la voz mayor de Buenos Aires”, en varias oportunidades evocaba lo bien que cantaba Troilo, del que el propio Pichuco decía que su canto solía erizarle la piel. Roberto Goyeneche, ya alejado de la orquesta, actuando como cantor solista se acercaba y abrazaba al “Gordo”, buscando que se animara a cantar.


En la película “Vida Nocturna” de 1954 cuando su vocalista Jorge Casal se dispone a cantar el estribillo, Troilo da la espalda a su orquesta y lo canta junto al cantor y al público que se acerca al escenario.

Buen testimonio es del cantor Guillermo Fernández: Lo conocí a los 12 años en un programa llamado Tangolerías que en Canal 11 conducía Roberto Galán. Desde hacía seis años yo cantaba en las cantinas y en esos lugares el que más grita es el que más aplausos cosecha. Entonces, en un ensayo, cuando empecé a cantar Barrio de tango, Troilo me paró y me dijo '”pibe, no se grita; en el tango no se canta con el capital, se canta con el interés'”, algo que dijo le había enseñado don Carlos Di Sarli". Así fue como en su departamento en siete u ocho clases de una hora cada una Troilo me enseñó eso de que hay que cantar de adentro para afuera, al evocar esos momentos en los que Pichuco le pasaba las melodías para decirle cómo se canta. Troilo no sabía canto, pero era maestro de cantores, sabía poca música pero era maestro de música y tocaba poco el bandoneón pero era maestro de bandoneonistas. Era impresionante.

Los cantores estables de la orquesta del “Bandoneón mayor de Buenos Aires”, cronológicamente fueron: Francisco Fiorentino, Alfredo Lucero Palacios, Amadeo Mandarino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Aldo Calderón, Jorge Casal, Raúl Berón, Carlos Olmedo, Pablo Lozano, Roberto Goyeneche, Angel Cárdenas, Elba Berón, Roberto Rufino, Nelly Vázquez, Tito Reyes y Roberto Achával.



Cabe aclarar que Alfredo Lucero Palacios en 1940 reemplazó por algunos meses a Francisco Fiorentino. Troilo lo convocó debido a que coincidían en sus presentaciones en LR1 Radio El Mundo, según relata Lito Bayardo en su libro de memorias "Mis 50 años con la canción argentina". Lucero Palacios y Roberto Achával fueron los únicos cantores de la orquesta de "Pichuco" que no dejaron registros fonográficos.


Hay que agregar a otras voces, que sin ser vocalistas de Troilo, cantaron con él, como Angel Vargas. Sucedió en el cabaret Marabú en 1940. Pichuco lo animó a subir al escenario y luego de una pequeña plática en el intervalo, entonó con la orquesta el valsecito “Tu diagnóstico” de José Betinotti. (http://tangosalbardo.blogspot.com.ar).



En la película rodada en 1947 y estrenada el 16 de enero de 1948 “El tango vuelve a París”, donde “Pichuco”, además de actor, dirige su orquesta acompañando a Alberto Castillo en los tangos “Muñeca Brava”, “Ninguna”, “Nubes de humo”, Griseta”, La canción de Buenos Aires” y la versión humorística de “Tiempos viejos”.


En mayo de 1953 comienzan las representaciones en el teatro “Enrique Santos Discépolo”, del sainete lírico “El patio de la morocha”, con argumento de Cátulo Castillo y la dirección musical de Aníbal Troilo, quien participa con su orquesta, que para este espectáculo aumenta a treinta y dos la cantidad de músicos.


Además de sus cantores Jorge Casal y Raúl Berón, “el gordo” acompaña a Aída Luz, la protagonista principal del sainete, en el tango “Patio mío” y en la habanera “La retrechera”, y a Agustín Irusta estrenando el tango “Una canción”.


La permanencia de más de dos años en cartel de “El patio de la morocha”, aparte de la presentación de los vocalistas Jorge Casal y Raúl Berón, y los actores y cantantes Aída Luz y Agustín Irusta, permite la presencia en carácter de invitados, de Tania, Alberto Castillo, Edmundo Rivero, Alberto Gómez y Agustín Magaldi hijo, todos ellos con el marco musical de la orquesta de Aníbal Troilo.

Párrafo aparte para la cantante japonesa Ranko Fujisawa, que en su primera visita a Buenos Aires es acompañada por Aníbal Troilo y Roberto Grela, contándose entre los asistentes al presidente Perón. En sus actuaciones en Radio Belgrano es secundada por la orquesta de “Pichuco”, que también la acompaña al año siguiente en la grabación de un LP, aunque sin la presencia del director.


En la década siguiente, figuras consagradas en otros géneros musicales tuvieron oportunidad de actuar junto a Aníbal Troilo, como Ramón “Palito” Ortega en un programa de televisión cantando el tango “María”. (http://www.youtube.com/watch?v=PGCJqQ5evko).


Joan Manuel Serrat, en una noche de 1970 estando como espectador en el recordado “Caño 14”, fue invitado por Troilo a subir al escenario e interpretar a su lado el tango “Sur”. Así lo recordaría el “Nano”: Son esas cosas que uno se lleva puestas al otro mundo. Sueños del pibe realizados. Yo estaba allí, en Caño 14, con un grupo de amigos cuando Troilo me invitó a cantar con él. Habíamos llegado muy tarde, éramos pocos en el local y Pichuco me dijo: "Subí, gaita". Estoy orgulloso de eso.


En el sitio http://locosporelfueye.wordpress.com/ leemos lo siguiente: Publicamos en nuestro blog la foto de estos dos grandes baluartes que aportaron su talento en pos de la identidad argentina: el más grande intérprete de bandoneón de todos los tiempos Aníbal “Pichuco” Troilo y el patriarca del folklore argentino Don Atahualpa Yupanqui, juntos en un estudio de radio. Dos verdaderos próceres de nuestra cultura nacional.
Los autores del blog no conocen la radio donde sucedió este encuentro, ni la fecha del mismo. Tampoco podemos saber si “Don Ata” cantó en esa ocasión, pero es verosímil suponer que debe haberlo hecho.


Compositor: Unas sesenta y cuatro obras compuso Aníbal Troilo, de las cuales mencionaremos las más difundidas, en orden alfabético: "Barrio de tango", Che bandoneón", “Con toda la voz que tengo”, "Contrabajeando", "Coplas", "Desencuentro", “El ultimo farol", "Garras", "Garúa", La cantina", "La trampera", "La ultima curda", "María", "Mi tango triste", "Milonguero triste", "Naipe", “Pa'que bailen los muchachos”, "Patio mío", "Romance de barrio", "Sur", "Te llaman malevo", "Toda mi vida", "Responso", "Una canción", “¿Y a mi qué?”, y "Yo soy del treinta".


Ejecutante: El sonido del bandoneón de Troilo es inconfundible. Su fraseo estirando las notas, sus ejecuciones delicadamente pausadas, lograron hacer “hablar” al fueye. 

Su identificación con el bandoneón, su manera de tocarlo, inspirado inclinaba levemente su cabeza hacia delante con sus ojos cerrados como si él mismo se escuchara en un ensueño que lo cautivaba, tanto a él como al público.

Su personalidad, remolón, parsimonioso, más el culto a la amistad y el afecto, lo convirtió en un personaje querido y respetado. No sólo era y será lindo escucharlo, sino que siempre quedará el imborrable recuerdo de su presencia ejecutando el bandoneón.


Bandoneonista eximio, reunía en la llamativa síntesis de su estilo, la delicadeza sonora de Pedro Laurenz y el inconfundible fraseo de Ciriaco Ortiz, pero con su manera personal, que es precisamente la manera de Aníbal Troilo, a juicio de muchas opiniones autorizadas, el más completo ejecutante de bandoneón de cuantos hayan existido. (Luis Adolfo Sierra. Historia de la orquesta típica).

Haydée Breslav hace una precisa síntesis del estilo de “Pichuco”: Su orquesta, concebida como continuación instrumental del arquetipo gardeliano, se distingue no sólo por la enjundia sonora y la hondura expresiva, sino por la definición de un estilo inconfundible. Allí, paisajes y personajes de Buenos Aires se ven representados por una paleta musical que combina tintes vibrantes con otoñales, valorizados por una instrumentación limpia y elegante.


Más escuetamente y menos técnicamente, José Gobello también dio su autorizada opinión: Aníbal Troilo fue una necesidad en el tango”. ¿Hace falta agregar algo más? Quizá que ese “fue” podría reemplazarse por un “es”. Porque el enorme Aníbal Troilo no se ha ido; como él mismo nos lo supo advertir, “siempre estoy llegando, en referencia al famoso poema “Nocturno de mi barrio” ("dicen que me fui de mi barrio, pero ¿cuándo? / Si siempre estoy llegando...").


Lamentablemente Troilo padecía de alcoholismo y de adicción a la cocaína que tenía bastante difusión entre los músicos de tango. El trabajo de noche, la necesidad de estar desvelado, el ambiente arduo, decadente de la mayoría de los cabarets, la bohemia sin fin. (Matías Bauso, "Apuntes para una anatomía del nocturno bandoneón", en "Todo es Historia" 442, marzo de 2004).

Cuarenta años de nocturnidad habían hecho mella, y además atacaba la artrosis. "La peor enfermedad para un bandoneonista", decía Zita (Ida Dudui Kalacci), su esposa desde 1938.


Su última actuación fue el 17 de mayo de 1975, en el teatro Odeón, en el espectáculo “Simplemente Pichuco” y se escucharon “Danzarín”, “A mis viejos”, “La última curda”, “Pa'que bailen los muchachos” y “Sur”, falleciendo el 19 de mayo de ese año en el “Hospital Italiano”, a causa de un derrame cerebral y sucesivos paros cardíacos.

Poco más de 30 años más tarde, el 11 de julio de 2005, el “Congreso de la Nación Argentina”, mediante la ley 26.035 declaró la fecha del 11 de julio por ser el día del natalicio de Aníbal Troilo, como el “Día Nacional del Bandoneón”.


Fue su padre Carmelo Troilo quien le pondría el seudónimo familiar de “Pichuco”, con que luego fuera conocido en el ambiente. Luego vendrían otros apodos como “El Gordo”, “El Dogor”, “El Gordo Triste”, y “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”, tal como lo definiera Julián Centeya.


En su recuerdo y homenaje, el escultor Reynaldo Baduna realizó una delicada estatuilla de Aníbal Troilo, donde muy bien logró reflejarlo en el momento que está ejecutando, -por no decir haciendo hablar-, su bandoneón.


Su cabeza levemente inclinada hacia delante, sus ojos cerrados, y sus dedos buscando la nota justa, logrando esa imagen y esa atmósfera única que creaba el maestro.

Reynaldo Baduna completó su obra esculpiendo su apodo más conocido, “Pichuco”, en el pedestal inclinado de unos 45 grados de la estatuilla.


En esa misma base, debajo del pie izquierdo de Troilo que sobresale, el maestro escultor talló acertadamente parte de otro de sus apodos: “El Bandoneón Mayor”.

Acertadamente porque cuando Julián Centeya lo apodó “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”, tal vez haya pensado sólo en los porteños, pero sin lugar a dudas “Pichuco” es el bandoneón mayor del tango universal.

Apéndice: Dado que nuestro querido amigo el escultor Reynaldo Baduna y nosotros somos gardelianos, cabe preguntarse si “Pichuco” conoció a Gardel.

Horacio Ferrer cuenta cómo Pichuco conoció a Gardel, gracias a las gestiones de Barquina y el Malevo Muñoz; ambos, encontraron al astro y a Celedonio Flores en el reservado de una renombrada boite, "castigándose" con salame de Milán regado con Pommery. Carlitos expresó elogios sobre Pichuco, quien al ver y escucharlos de su ídolo, quedó impresionado gratamente.

Rafael Flores Montenegro dice: Aníbal Troilo es testigo de una de esas típicas respuestas de Gardel, que ocurre en el instante en que eran presentados. Alguien se acerca a Gardel para decirle que un conocido del ambiente quería saludarle. Gardel no duda: “¡Aire con ése! No hay que avivar a los giles, dejalos que se mueran otarios. Si los avivás, a la larga, te hacen deudor o cornudo”. http://www.quienesgardel.com.ar.

Leamos lo que dice el propio Troilo en un reportaje que le hiciera Luis Feldman en el Nº 61 de la revista “El Abasto” de diciembre de 2004.


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