Aníbal
Carmelo Troilo, nació el 11 de julio de 1914 en el porteño barrio del Abasto.
Durante
su niñez escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio, logrando a los
10 años que su madre Felisa Bagnoli le comprara su primer bandoneón, con el
cual tocó casi toda su vida.
Un
año después, en 1925, realizó su primera actuación, en un bar cercano al
Mercado de Abasto, integrando luego una orquesta de señoritas, y a los 14 años ya
había formado un quinteto.
Su
comienzo profesional ocurrió en diciembre de 1930 cuando integrara el entonces famoso
sexteto del violinista Elvino Vardaro, continuando en las orquestas dirigidas
por Juan “Pacho” Maglio, Julio de Caro, Juan D’Arienzo, Angel D’Agostino, Luis
Petrucelli y Juan Carlos Cobián, entre otras.
Orquesta: A mediados de 1937 Ciriaco Ortiz disuelve su orquesta y
Troilo convoca a algunos de estos músicos creando su primera orquesta con la
que debutó el 1ro. de Julio de ese año en el renombrado cabaret "Marabú".
Con
su orquesta, en la cual fueron cambiando sus músicos, sus cantores y sus
arregladores, trabajó ininterrumpidamente hasta 1975, año de su fallecimiento.
Desde
1953 hasta mediados de los años 60, Troilo mantuvo durante un tiempo una
actividad musical paralela a la de su orquesta en dúo junto al guitarrista
Roberto Grela, que después se convirtió en el Cuarteto Troilo-Grela. En 1968,
ya distanciado de Grela, formó su propio cuarteto.
Durante
los primeros años fue el propio “Pichuco” el encargado de escribir los arreglos
de su orquesta. A partir de 1942 delegó la responsabilidad en otros músicos,
como Astor Piazzolla, Argentino Galván, Héctor Artola, Ismael Spitalnik, Emilio
Balcarce, Ernesto Baffa, Osvaldo Berlinghieri, Julián Plaza y Raúl Garello.
Varios
de sus músicos formaron su propia orquesta, como los citados Astor Piazzolla,
Ernesto Baffa, Osvaldo Berlinghieri, Julián Plaza y Raúl Garello, a los que
podemos agregar Orlando Goñi, José Basso, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, José
Colángelo, Juan Miguel “Toto” Rodríguez, Enrique “Kicho” Díaz, Hugo Baralis y
Fernando Suárez Paz, entre otros.
En
cuanto a los vocalistas que pasaron por la orquesta del “Dogor”, suele
expresarse que eran un instrumento más de la orquesta, expresión que surge a
partir de su elección de su primer cantor Francisco Fiorentino, cuando
intervenía cantando el estribillo, y que se mantuvo siempre con la integración
del cantante a la orquesta, es que Troilo, que no poseía voz de cantor, tenía
una afinación perfecta, que lo convirtió en maestro de sus vocalistas.
El
poeta y presidente de la “Academia Nacional del Tango”, Horacio Ferrer,
expresó: De Troilo se sabe mucho de lo
que hizo como bandoneonista y músico, pero poco de su talento como cantor, algo
que desarrolló cada vez que eligió la voz de un intérprete para que fuera un
instrumento más en la estructura perfecta de su orquesta. Es que escuchaba
mucho y tenía una idea gardeliana para cantores a quienes, aun no siendo
gardelianos, les elegía un repertorio con esa tendencia, lo que lo hacía
genial, explica Ferrer evocando a un Pichuco cantor "con una voz chiquita,
pero maravillosa.
Edmundo
Rivero, “la voz mayor de Buenos Aires”, en varias oportunidades evocaba lo bien
que cantaba Troilo, del que el propio Pichuco decía que su canto solía erizarle
la piel. Roberto Goyeneche, ya alejado de la orquesta, actuando como cantor
solista se acercaba y abrazaba al “Gordo”, buscando que se animara a cantar.
En
la película “Vida Nocturna” de 1954 cuando su vocalista Jorge Casal se dispone
a cantar el estribillo, Troilo da la espalda a su orquesta y lo canta junto al
cantor y al público que se acerca al escenario.
Buen
testimonio es del cantor Guillermo Fernández: Lo conocí a los 12 años en un programa llamado Tangolerías que en Canal
11 conducía Roberto Galán. Desde hacía seis años yo cantaba en las cantinas y
en esos lugares el que más grita es el que más aplausos cosecha. Entonces, en
un ensayo, cuando empecé a cantar Barrio de tango, Troilo me paró y me dijo '”pibe,
no se grita; en el tango no se canta con el capital, se canta con el interés'”,
algo que dijo le había enseñado don Carlos Di Sarli". Así fue como en su
departamento en siete u ocho clases de una hora cada una Troilo me enseñó eso
de que hay que cantar de adentro para afuera, al evocar esos momentos en los
que Pichuco le pasaba las melodías para decirle cómo se canta. Troilo no sabía
canto, pero era maestro de cantores, sabía poca música pero era maestro de
música y tocaba poco el bandoneón pero era maestro de bandoneonistas. Era
impresionante.
Los
cantores estables de la orquesta del “Bandoneón mayor de Buenos Aires”, cronológicamente
fueron: Francisco Fiorentino, Alfredo Lucero Palacios, Amadeo Mandarino,
Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Aldo Calderón, Jorge Casal, Raúl
Berón, Carlos Olmedo, Pablo Lozano, Roberto Goyeneche, Angel Cárdenas, Elba
Berón, Roberto Rufino, Nelly Vázquez, Tito Reyes y Roberto Achával.
Cabe aclarar que Alfredo Lucero Palacios en 1940 reemplazó por algunos meses a Francisco Fiorentino. Troilo lo convocó debido a que coincidían en sus presentaciones en LR1 Radio El Mundo, según relata Lito Bayardo en su libro de memorias "Mis 50 años con la canción argentina". Lucero Palacios y Roberto Achával fueron los únicos cantores de la orquesta de "Pichuco" que no dejaron registros fonográficos.
Cabe aclarar que Alfredo Lucero Palacios en 1940 reemplazó por algunos meses a Francisco Fiorentino. Troilo lo convocó debido a que coincidían en sus presentaciones en LR1 Radio El Mundo, según relata Lito Bayardo en su libro de memorias "Mis 50 años con la canción argentina". Lucero Palacios y Roberto Achával fueron los únicos cantores de la orquesta de "Pichuco" que no dejaron registros fonográficos.
Hay
que agregar a otras voces, que sin ser vocalistas de Troilo, cantaron con él,
como Angel Vargas. Sucedió
en el cabaret Marabú en 1940. Pichuco lo animó a subir al escenario y luego de
una pequeña plática en el intervalo, entonó con la orquesta el valsecito “Tu
diagnóstico” de José Betinotti. (http://tangosalbardo.blogspot.com.ar).
En la película rodada en 1947 y estrenada el 16 de enero de 1948 “El tango vuelve a París”, donde “Pichuco”, además de actor, dirige su orquesta acompañando a Alberto Castillo en los tangos “Muñeca Brava”, “Ninguna”, “Nubes de humo”, Griseta”, La canción de Buenos Aires” y la versión humorística de “Tiempos viejos”.
En la película rodada en 1947 y estrenada el 16 de enero de 1948 “El tango vuelve a París”, donde “Pichuco”, además de actor, dirige su orquesta acompañando a Alberto Castillo en los tangos “Muñeca Brava”, “Ninguna”, “Nubes de humo”, Griseta”, La canción de Buenos Aires” y la versión humorística de “Tiempos viejos”.
En
mayo de 1953 comienzan las representaciones en el teatro “Enrique Santos Discépolo”, del
sainete lírico “El patio de la morocha”, con argumento de Cátulo Castillo y la
dirección musical de Aníbal Troilo, quien participa con su orquesta, que para
este espectáculo aumenta a treinta y dos la cantidad de músicos.
Además
de sus cantores Jorge Casal y Raúl Berón, “el gordo” acompaña a Aída Luz, la
protagonista principal del sainete, en el tango “Patio mío” y en la habanera
“La retrechera”, y a Agustín Irusta estrenando el tango “Una canción”.
La
permanencia de más de dos años en cartel de “El patio de la morocha”, aparte de
la presentación de los vocalistas Jorge Casal y Raúl Berón, y los actores y
cantantes Aída Luz y Agustín Irusta, permite la presencia en carácter de
invitados, de Tania, Alberto Castillo, Edmundo Rivero, Alberto Gómez y Agustín
Magaldi hijo, todos ellos con el marco musical de la orquesta de Aníbal Troilo.
Párrafo aparte para
la cantante japonesa Ranko Fujisawa, que en su primera visita a Buenos Aires es
acompañada por Aníbal Troilo y Roberto Grela, contándose entre los asistentes
al presidente Perón. En sus actuaciones en Radio Belgrano es secundada por la
orquesta de “Pichuco”, que también la acompaña al año siguiente en la grabación
de un LP, aunque sin la presencia del director.
En la década
siguiente, figuras consagradas en otros géneros musicales tuvieron oportunidad
de actuar junto a Aníbal Troilo, como Ramón “Palito” Ortega en un programa de
televisión cantando el tango “María”. (http://www.youtube.com/watch?v=PGCJqQ5evko).
Joan Manuel Serrat, en una noche de 1970 estando como
espectador en el recordado “Caño 14” ,
fue invitado por Troilo a subir al escenario e interpretar a
su lado el tango “Sur”. Así lo recordaría el “Nano”: Son esas cosas que uno se lleva puestas al otro mundo. Sueños del pibe
realizados. Yo estaba allí, en Caño 14, con un grupo de amigos cuando Troilo me
invitó a cantar con él. Habíamos llegado muy tarde, éramos pocos en el local y
Pichuco me dijo: "Subí, gaita". Estoy orgulloso de eso.
En
el sitio http://locosporelfueye.wordpress.com/
leemos lo siguiente: Publicamos en nuestro blog la foto de estos dos grandes
baluartes que aportaron su talento en pos de la identidad argentina: el más
grande intérprete de bandoneón de todos los tiempos Aníbal “Pichuco” Troilo y
el patriarca del folklore argentino Don Atahualpa Yupanqui, juntos en un
estudio de radio. Dos verdaderos próceres de nuestra cultura nacional.
Los
autores del blog no conocen la radio donde sucedió este encuentro, ni la fecha
del mismo. Tampoco podemos saber si “Don Ata” cantó en esa ocasión, pero es
verosímil suponer que debe haberlo hecho.
Compositor: Unas sesenta y cuatro obras compuso Aníbal Troilo, de las
cuales mencionaremos las más difundidas, en orden alfabético: "Barrio de
tango", Che bandoneón", “Con toda la voz que tengo”, "Contrabajeando",
"Coplas", "Desencuentro", “El ultimo farol",
"Garras", "Garúa", La cantina", "La
trampera", "La ultima curda", "María", "Mi tango
triste", "Milonguero triste", "Naipe", “Pa'que bailen
los muchachos”, "Patio mío", "Romance de barrio",
"Sur", "Te llaman malevo", "Toda mi vida",
"Responso", "Una canción", “¿Y a mi qué?”, y "Yo soy
del treinta".
Ejecutante: El sonido del bandoneón de Troilo es inconfundible. Su fraseo
estirando las notas, sus ejecuciones delicadamente pausadas, lograron hacer “hablar”
al fueye.
Su identificación con el bandoneón, su manera de tocarlo, inspirado inclinaba levemente su cabeza hacia delante con sus ojos cerrados como si él mismo se escuchara en un ensueño que lo cautivaba, tanto a él como al público.
Su identificación con el bandoneón, su manera de tocarlo, inspirado inclinaba levemente su cabeza hacia delante con sus ojos cerrados como si él mismo se escuchara en un ensueño que lo cautivaba, tanto a él como al público.
Su
personalidad, remolón, parsimonioso, más el culto a la amistad y el afecto, lo
convirtió en un personaje querido y respetado. No sólo era y será lindo
escucharlo, sino que siempre quedará el imborrable recuerdo de su presencia
ejecutando el bandoneón.
Bandoneonista eximio, reunía en
la llamativa síntesis de su estilo, la delicadeza sonora de Pedro Laurenz y el
inconfundible fraseo de Ciriaco Ortiz, pero con su manera personal, que es
precisamente la manera de Aníbal Troilo, a juicio de muchas opiniones
autorizadas, el más completo ejecutante de bandoneón de cuantos hayan existido. (Luis Adolfo Sierra. Historia de la orquesta típica).
Haydée
Breslav hace una precisa síntesis del estilo de “Pichuco”: Su orquesta, concebida como continuación instrumental del arquetipo
gardeliano, se distingue no sólo por la enjundia sonora y la hondura expresiva,
sino por la definición de un estilo inconfundible. Allí, paisajes y personajes
de Buenos Aires se ven representados por una paleta musical que combina tintes
vibrantes con otoñales, valorizados por una instrumentación limpia y elegante.
Más
escuetamente y menos técnicamente, José Gobello también dio su autorizada
opinión: Aníbal Troilo fue una necesidad
en el tango”. ¿Hace falta agregar algo más? Quizá que ese “fue” podría
reemplazarse por un “es”. Porque el enorme Aníbal Troilo no se ha ido; como él
mismo nos lo supo advertir, “siempre estoy llegando, en referencia al famoso
poema “Nocturno de mi barrio” ("dicen que me fui de mi barrio, pero ¿cuándo?
/ Si siempre estoy llegando...").
Lamentablemente Troilo padecía de
alcoholismo y de adicción a la cocaína que tenía bastante difusión entre los
músicos de tango. El trabajo de noche, la necesidad de estar desvelado, el
ambiente arduo, decadente de la mayoría de los cabarets, la bohemia sin fin. (Matías Bauso, "Apuntes para una anatomía del nocturno
bandoneón", en "Todo es Historia" 442, marzo de 2004).
Cuarenta años de nocturnidad
habían hecho mella, y además atacaba la artrosis. "La peor enfermedad para
un bandoneonista", decía Zita (Ida
Dudui Kalacci), su esposa desde 1938.
Su
última actuación fue el 17 de mayo de 1975, en el teatro Odeón, en el espectáculo
“Simplemente Pichuco” y se escucharon “Danzarín”, “A mis viejos”, “La última
curda”, “Pa'que bailen los muchachos” y “Sur”, falleciendo el 19 de mayo de ese
año en el “Hospital Italiano”, a causa de un derrame cerebral y sucesivos paros
cardíacos.
Poco
más de 30 años más tarde, el 11 de julio de 2005, el “Congreso de la Nación Argentina ”, mediante la
ley 26.035 declaró la fecha del 11 de julio por ser el día del natalicio de Aníbal
Troilo, como el “Día Nacional del Bandoneón”.
Fue
su padre Carmelo Troilo quien le pondría el seudónimo familiar de “Pichuco”, con
que luego fuera conocido en el ambiente. Luego vendrían otros apodos como “El
Gordo”, “El Dogor”, “El Gordo Triste”, y “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”, tal
como lo definiera Julián Centeya.
En
su recuerdo y homenaje, el escultor Reynaldo Baduna realizó una delicada
estatuilla de Aníbal Troilo, donde muy bien logró reflejarlo en el momento que
está ejecutando, -por no decir haciendo hablar-, su bandoneón.
Su
cabeza levemente inclinada hacia delante, sus ojos cerrados, y sus dedos
buscando la nota justa, logrando esa imagen y esa atmósfera única que creaba el
maestro.
Reynaldo
Baduna completó su obra esculpiendo su apodo más conocido, “Pichuco”, en el
pedestal inclinado de unos 45 grados de la estatuilla.
En
esa misma base, debajo del pie izquierdo de Troilo que sobresale, el maestro escultor
talló acertadamente parte de otro de sus apodos: “El Bandoneón Mayor”.
Acertadamente
porque cuando Julián Centeya lo apodó “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”, tal
vez haya pensado sólo en los porteños, pero sin lugar a dudas “Pichuco” es el
bandoneón mayor del tango universal.
Apéndice:
Dado que nuestro querido amigo el escultor Reynaldo Baduna y nosotros somos
gardelianos, cabe preguntarse si “Pichuco” conoció a Gardel.
Horacio
Ferrer cuenta cómo Pichuco conoció a Gardel, gracias a las gestiones de
Barquina y el Malevo Muñoz; ambos, encontraron al astro y a Celedonio Flores en
el reservado de una renombrada boite, "castigándose" con salame de
Milán regado con Pommery. Carlitos expresó elogios sobre Pichuco, quien al ver
y escucharlos de su ídolo, quedó impresionado gratamente.
Rafael
Flores Montenegro dice: Aníbal Troilo es testigo de una de esas típicas
respuestas de Gardel, que ocurre en el instante en que eran presentados.
Alguien se acerca a Gardel para decirle que un conocido del ambiente quería
saludarle. Gardel no duda: “¡Aire con ése! No hay que avivar a los giles,
dejalos que se mueran otarios. Si los avivás, a la larga, te hacen deudor o
cornudo”. http://www.quienesgardel.com.ar.
Leamos
lo que dice el propio Troilo en un reportaje que le hiciera Luis Feldman en el
Nº 61 de la revista “El Abasto” de diciembre de 2004.